jueves, 2 de septiembre de 2010

¡MUCHA MIERDA! De dónde viene esta expresión: una hipótesis

Roberto Bedoya (actor y profesor de teatro, autor del blog: Entre Tachos y Bastidores)
¡MUCHA MIERDA! (fragmento)
Antes de cada función, y ya sean elencos profesionales o grupos de aficionados, se repite una cábala (que se dice a telón cerrado y juntando las manos como los jugadores deportivos) con la que nos deseamos éxito: ¡Mucha mierda!



¿Y de donde nace esa expresión?



Ésta nace a mediados de 1800, en la época en la que el público se transportaba en coche de mulas o a caballo, afuera del teatro se podía ver los desechos de los animales y si abundaban es que hubo muchos espectadores y por lo tanto la obra tuvo éxito, por lo menos en taquilla.



Pero ésta no es la única cábala teatral.



Sabido es que el hombre es supersticioso, es más la superstición es tan antigua como él mismo y dio origen posteriormente a la religión. El actor, que en un principio era un oficiante religioso (recordemos los cultos a Dionisos como origen del teatro) no podía estar ajeno a toda suerte de cábala y superstición.



Así tenemos que además de lo antes mencionado, lo único que una persona bien intencionada nunca debe hacer es desearle buena suerte a un actor. Esta es quizás una de las más conocidas supersticiones teatrales todavía en vigor. Hay una creencia entre algunos profesionales de teatro que los fantasmas tienden a rondar los teatros vacíos, y están dispuestos a producir el resultado contrario de lo que escuchan que piden. Con el fin de frustrar los espíritus, los actores suelen decir lo contrario de lo que realmente significan. Al decirle a alguien "rómpete una pierna" en lugar de "buena suerte", la esperanza es que el espíritu será engañado en la prestación de la buena suerte real para el artista intérprete o ejecutante, la otra versión es que necesitar suerte para lograr el éxito es como dudar de la capacidad y talento del actor, y una tercera alude a que como los telones de los costados se llaman "piernas" (o patas) si pedimos que se rompan (con el consiguiente problema durante la representación, los fantasmas van a hacer lo contrario y el decorado -y toda la obra- se mantendrán en buenas condiciones logrando el éxito.



Y aiguiendo con el tema de los fantasmas, hay otra superstición teatral conocida como la Luz Fantasma. Debido a que los fantasmas sólo pueden habitar espacios oscuros, una luz especial "Ghost Light" (luz fantasma) se ubica tradicionalmente a la izquierda en el centro de la escena.



Esta luz no sólo se destina a mantener a raya a los espíritus malignos, sino que también proporciona una iluminación suficiente para los tramoyistas para encontrar su camino entre bastidores sin tropezar con actores que esperan u otros obstáculos.



Se dice que cada teatro de Buenos Aires tiene su fantasma. En el Maipo tienen nombre y hasta los saludan. Lo mismo que en el Cervantes, según lo que cuentan sus empleados, lleno de espíritus. Pero el más notorio es el de la sala chica del Broadway. Muchos artistas, productores, técnicos y directores, aseguran que ahí hay un fantasma que empuja. "Te juro que me empujó y casi me caí de la escalera", dijo un famoso jefe de prensa. Algunos, incluso, le han puesto Raúl.







Sigamos, los viejos trabajadores de limpieza de los teatros aún evitan dejar una escoba en el escenario porque creen que eso "barrería", ahuyentaría al público, nadie debía sentarse sobre la ya desaparecida concha del apuntador, a ningún actor o técnico debe ocurrírsele silbar por la noche dentro, ni en las inmediaciones del escenario.



Otro tipo de superstición teatral implica el uso de accesorios falsos en lugar de objetos reales de valor, como antigüedades, joyas o flores de verdad. Esta superstición tiene algún valor práctico, sin embargo, ya que esos objetos se han perdido, roto o robado durante una campaña de producción.



Las flores de verdad también deben sustituirse periódicamente, y el potencial de resbalones y caídas en una zona mojada siempre está presente.



Algunas compañías de teatro también creen que las antigüedades reales llevan consigo las energías espirituales de los antiguos propietarios, tanto positivas como negativas, y esta energía negativa podría afectar las actuaciones.



El uso de una Biblia real o reliquias no tienen cabida en el escenario.



Los directores utilizan a menudo un libro común y una cubierta falsa para simular una Biblia para evitar una falta de respeto hacia un texto sagrado.



Hay algunas supersticiones teatrales que parecen desafiar la lógica.



El uso de plumas de pavo real, en cualquier forma o manera se dice que es de mala suerte, sobre todo porque los "ojos" del plumaje de un pavo real representan el mal de ojo.



El tejido es también desalentado tanto dentro como fuera del escenario, aparentemente a causa de las agujas que podrían causar daños a los trajes o ser pisado por los actores. Incluso llevar una caja de maquillaje medio vacía, es considerado un mal presagio, ya que representa un rasgo de aficionados en un actor o actriz profesional.



Jamás se le deben dar flores a una actriz “antes” de empezar a actuar, sólo al final de la representación, y jamás deben haber claveles en los camerinos.



Otros creen que es de mala suerte tener un espejo en el escenario, una superstición que tiene sus raíces en la antigüedad, cuando se creía que el espejo podía abrir el alma al diablo.



Por supuesto, un espejo puede ser una molestia técnica, porque reflejará la luz de los reflectores en la audiencia . Pero la superstición del espejo parece que ha sido echada por tierra con la producción A Chorus Line, con 6.137 funciones, y su famosa escena del espejo.



Un ensayo general malo, augura un buen estreno .



Parece ser que esto se origina la vez que un director vio (la víspera del estreno) como sus actores fallaban durante el ensayo y la moral se venía al suelo. Para evitar eso, les dijo que -“como era bien sabido”- (¿?) cuando el ensayo general salía mal el estreno saldría bien. La lógica nos indica que cuando un ensayo general sale mal, el estreno también saldrá mal, pero la práctica me ha desengañado y he visto ensayos generales desastrosos convertirse en estrenos de mucho éxito.



Hay dos supersticiones que son bastante pintorescas:



Una se refiere a que si el primer espectador que ingresa a la sala lo hace con un “pase” la función será un fracaso económicamente, el primer espectador debe de entrar siempre pagando su boleto.



Y en cuanto al primer espectador, esta segunda creencia a más de “curiosa” es sexista. Era el 12 de septiembre del año 1866, y en el teatro Niblo Garden de Broadway en Nueva York se estrenaba lo que sería el primer musical de la historia teatral moderna “The Black Crook” cuyo autor era Charles M. Barras, minutos antes de abrir las puertas del teatro, el director William Wheatley vio con sorpresa que la primera persona en la fila, justo delante de la puerta de ingreso, boleto en mano; era ¡una mujer!



Corrió hacia ella y cogiéndola del brazo la sacó de la fila gritando: "¡No!, ¡No puede ser la primera, no puedo permitir que una mujer sea la primera en entrar, arruinaría el éxito de la obra!".



Lo que hasta ese momento fue un exabrupto de un tipo desesperado (hay que considerar que la obra nace de la unión de un productor teatral a punto de arruinarse y un elenco de danza francés que se había quedado sin trabajo en Nueva York y no tenían dinero para regresar, es más, ni para comer) a la postre se convirtió en un éxito de taquilla: 474 funciones y mas de un millón de dólares de ingresos, y eso que la obra duraba ¡cinco horas y media!

ESTE TEXTO FUE ENCONTRADO EN UN BLOG MUY INTERESANTE DE TEATRO QUE POR RECOMENDACIÓN DEL MAESTRO RÁEZ PUDE CONOCER...AHORA LO HAGO EXTENSIVO A TODOS LOS LECTORES DE ESCRITURA ESPACIAL PARA QUE TAMBIÉN LO SIGAN...CREO QUE ENCONTRARÁN GRAN PARTE DE RAZONES POR LAS QUE EL TEATRISTA PERUANO ES COMO ES.




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