sábado, 27 de junio de 2009

PABLO MACERA SOBRE HERNANDO CORTÉS

Hernando Cortés ha reunido tres obras teatrales que constituyen un retrato escalonado de la historia peruana: Los Conquistadores, Los Libertadores, Los Patriotas. Lo hace con la solvencia de una vida entera dedicada al teatro porque aunque estudió Derecho en Perú y España la verdadera vocación de Cortés ha sido desde antiguo la creación teatral y su representación. Sus experiencias internacionales en Francia (con el profesor Etienne Souriau) y Alemania (Berliner Ensemble fundado por Bertolt Brecht ) fueron ap´licadas por él a un amplísimo trabajo docente y de proyección social durante los últimos treinta años en diferentes universidades peruanas (Huamanga, La Cantuta, San Martín de Porres, Universidad de Lima, San Marcos). Cortés ha estado en la vanguardia de todos los movimientos de promoción y defensa de la acción teatral peruana. Durante diez años (1966-76) presidió el Centro Peruano de Teatro del Instituto Internacional de Teatro de la UNESCO y luego 1981-93 fue Secretario General del Sindicato de Actores del Perú. Su producción personal no es de fácil acceso. Las obras estrenadas superan a las que Cortés ha podido publicar. Los Conquistadores por ejemplo que hoy podemos leer fue estrenada en 1977. Mientras que Los Libertadores y Los Patriotas serían conocidas por primera vez con esta edición.

En conjunto las tres obras de este libro vinculan tres de los momentos históricos más decisivos del Perú: La Conquista Occidental, La Independencia Criolla y La Guerra con Chile. Los Conquistadores fue inicialmente escrita en 1969 pero la versión que hoy recibimos no es esa ni la estrenada en 1977 sino aquella otra corregida y aumentada en 1988. En tanto que Los Libertadores y Los Patriotas corresponden a un reciente ciclo creador 1990-2004. Como autor de teatro Cortés utiliza sus experiencias como director y actor. De modo que el flujo de la presentación temática está ministrado para un entendimiento progresivo de las propuestas escénicas. No buscamos en estas obras de Cortés ninguna clase de rigor histórico y erudito que resultaría impertinente. Las diferencias entre los personajes teatrales y los personajes históricos no tienen sentido de ser subrayadas. Posiblemente Ribera no fue el desenfadado truhán pendenciero que aparece en Los Conquistadores. Pero sin duda que el rol corresponde a la realidad de entonces. Lo mismo podemos decir de Valverde. Habría que preguntarnos sin embargo cuál es la significación de Felipillo y a quién fue traidor si es que lo fue; porque quizás Felipillo fue leal a su propio grupo étnico el de los huancavelicas en las costas del actual Ecuador invadidos por los Incas.

Los Libertadores empieza con un canto fúnebre en quechua que recuerda a los empleados por Cortés en Los Conquistadores. Al suplicio de Tupac Amaru sigue de inmediato el desembarco en Paracas en 1820 del General San Martín entrevisto por el pescador Robespier Bayona. Allí también está el cacique Chumbimuni para certificar la presencia indígena. Robespier y el cacique recuerdan sus propios héroes, incluyendo a Juan Santos Atahualpa (nunca vencido). Vienen luego las escenas en el Palacio Virreynal de Lima con un diálogo de desencuentros entre el científico Unanue y el arzobispo Las Heras. Poco después irrumpen Rosa Campusano y el conquistador Riva Agüero. Cortés registra las tendencias de la época con los ágiles parlamentos y presenta a todos los actores sociales de la independencia: los aristocráticos criollos, sectores populares (negros, indios) cada vez más exigentes, moderación de San Martín. Acierta en las coyunturas como el enfrentamiento de la posición Bolivariana y la de San Martín que termina en la derrota acongojada de este último. Con la habilidad de toda su experiencia como actor y director, Hernando Cortés se permite disgresiones temáticas, apariciones y salidas de personajes que más que significación propia procuran el tono de conjunto. Quizás una de las semblanzas mejor conseguidas sea la de Manuelita Saenz cuyas intervenciones no solo delinean al personaje histórico conocido sino que además agilizan las coyunturas y contradicciones. En diversas oportunidades Cortés introduce, fiel a Bertolt Brecht, coros y canciones que son algo más que complemento distractivo. Es el eco del viejo recurso griego en cuyos coros murmuran la verdad colectiva y los signos del Destino.

En Los Patriotas Hernando Cortés arriesga la confrontación entre personajes muy diversos: ingleses, alemanes, franceses, chilenos, peruanos, músicos, soldados indios y negros, oficiales del ejército peruano. Comienza la obra con la terrible escena fútil de los grandes de la sociedad peruana que el 5 de abril de 1879 celebraban ya lo que ellos creían una fácil victoria contra Chile. Con rápidos diálogos Cortés patenta los prejuicios de los criollos ricos contra toda “la plebe peruana”. Con facilidad pero sin didactismo consigue Cortés presentarnos todo el escenario económico político e ideológico asociado con la guerra de 1879. Al igual que en las dos obras anteriores también aquí los cantos y coros en quechua cumplen el mismo rol de fondo.

En la segunda parte Cortés agiliza los diálogos y despliega el desconcierto de los criollos peruanos ante el avance chileno para cerrar el drama con el coro casi funerario de indios y negros.


En las tres obras Cortés ha sabido controlar su habilidad de oficio, sin abusar de ella para someterla más bien a los propósitos del mensaje histórico casi trágico que vincula a personajes tan disímiles como Atahualpa, Unanue, Bolivar o los héroes del 79. Lo hace administrando la tensión, subraya las voluntades disímiles para que entre todas aparezca un sino, una razón última y a la vez primera que pareciera estar guiando la historia de todos desde sus comienzos.

Lima, julio 2005

PABLO MACERA

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